Desde la comunicación gubernamental se ha construido un relato donde prima el diálogo, los consensos, la mano tendida, los «aires de libertad» se respiran por doquier; es más, en ese reencuentro con las «libertades«, desde el gobierno, se exhorta a la prensa a ejercer con rigurosidad su trabajo periodístico, a investigar hasta llegar a los corruptos, que lo ayuden a descubrirlos dice el presidente Lenín Moreno. Pues le tomaron la palabra, lo que no sabían los periodistas es que esa consigna no incluía a funcionarios de su administración. No, no, no… De la puerta de Carondelet pa’ fuera, allí está prohibido entrar porque lo que hay adentro huele feo, y si se escarba un poquito, explota la podredumbre.
Y explotó. Caterva, periodista del medio incautado TC Televisión, desarticuló la banda mejor organizada de cobros no autorizados a cuenta ahorristas y tarjetahabientes de la historia. El método de robo por goteo más perfecto que se ha diseñado entre la banca, las empresas de asistencia en servicios privados y el gobierno. Sí, el gobierno. Eduardo Jurado, secretario de la Presidencia de la República resultó ser el accionista de GEA, la empresa que lidera el mercado en ese rubro y que desde su privilegiada posición de funcionario del régimen ha logrado una rentabilidad para su empresa de más de 57 millones de dólares tan sólo en el 2017.
Caterva confió en el relato, creyó que vivía en un país donde la libertad de expresión es política de estado y su deber era decir la verdad. Pues su denuncia no tuvo eco, Jurado sigue siendo uno de los hombres duros del círculo de poder de Moreno, mientras que al osado y valiente Mauricio Ayora le ha tocado vivir momentos de terror.
Lo sacaron de pantalla por 15 días, lo presionaron a que firme su renuncia, sufrió hostigamiento y calumnias por parte de altos funcionarios como Santiago Cuesta – por cierto, es tan extensa la lista de fechorías de este individuo que requiere un artículo aparte – ; y lo que es peor, colegas periodistas publicaron artículos asegurando que la denuncia era una estrategia orquestada por el correísmo para desacreditar a la honesta banca ecuatoriana y desestabilizar la escuálida economía del país. Y la cereza del pastel, el mismo día que sancionaban al periodista, el relator para la libertad de expresión de la CIDH, Édison Lanza dio rueda de prensa hablando maravillas del restablecimiento de las «libertades» en el Ecuador, y cuando le consultaron sobre el caso reciente de censura a un periodista de un medio de gobierno, sencillamente le restó interés.
Cuando creíamos que lo habíamos visto todo se produjeron una avalancha de despidos masivos de los medios públicos. Aproximadamente 50 trabajadores de la comunicación han sido separados de sus puestos de trabajo sin ninguna justificación. Uno de los casos que más ha conmocionado a la opinión pública es la separación de la periodista Lorena Abad, responsable del noticiero matinal de Radio Pública de Ecuador por más de 10 años.
Ella fue diagnosticada con cáncer, los directivos de la empresa tenían conocimiento de su cuadro clínico, y aún así la despidieron sin indemnización. Andrés Reliche, colaborador y compañero de ElEstado.net hizo la denuncia en sus redes sociales sobre lo que estaba ocurriendo; el resultado: amenazas, mensajes temerarios y la decisión del comunicador de autocensurarse para evitar represalias.
¿Cómo puede el gobierno sostener un relato mentiroso y distorsionado de un país de libertades con hechos visibles de vulneración flagrante a la libertad de expresión y derechos laborales de periodistas? ¿Hasta cuándo la prensa calla y aúpa todo este sistema de represión, silenciamiento y temor de periodistas que por no perder sus trabajos se autocensuran? ¿Hasta cuándo las corporaciones mediáticas adornan la mediocridad de un gobierno que reparte el país, afecta el empleo adecuado e incrementa el desempleo, no cumple con sus ofertas de campaña y endeuda al país sin control? ¿Hasta cuándo alcahuetean a un secretario de comunicación que va de tumbo en tumbo poniendo en riesgo la seguridad del Estado y la imagen del país con su torpe y desacertado manejo de la política comunicacional? O no se han enterado que el mal manejo de la crisis de frontera provocó el asesinato de los periodistas Paúl, Javier y Efraín; así como la de los ciudadanos Oscar y Katty, sin olvidar las bajas militares.
Se acabó la farsa, no hay tal gobierno de respeto a las libertades. La transición viene con el manual fascista incluido, en donde los medios juegan un rol fundamental para instalar en el imaginario social y la opinión pública un estado de incertidumbre, desconcierto y miedo a costa de dejar solos y desprotegidos a sencillos y valientes periodistas. Cuánta vigencia toman las palabras del periodista argentino Rodolfo Walsh, asesinado por la sangrienta dictadura militar, extraídas de su libro OPERACIÓN MASACRE «Mis colegas periodistas de los grandes diarios podrían tomarse el trabajo que yo me tomé, en vez de copiar lo que les dicta el teniente coronel fusilador«.
Las dictaduras contemporáneas ya no matan con balas, su operación la centran desde los medios que basan su estrategia en la manipulación, omisión de información relevante y cesura previa, mecanismos que afectan la democracia y a las grandes mayorías populares que pasan a un segundo plano en la agenda neoliberal. Y ¿Hasta cuándo callan? ¿Hasta cuándo encubren? ¿Hasta cuándo son cómplices de Moreno?